Musical nostalgia


El año pasado escribí el siguiente texto que fue publicado en su momento en la revista Espacio 4. Al comienzo hablo un poco de uno de mis sitios favoritos en Montreal: el Cinéma du Parc, el cine subterráneo al que hago alusión en el primer párrafo. Se convirtió en uno de mis sitios favoritos tan pronto que no descansé hasta lograr mudarme a uno de los tres edificios que están arriba. Hace dos años y meses tuve éxito en la empresa. Ahora sólo tengo que bajar por el elevador y listo, llegué al cine. No sólo he visto ahí filmes recientes sino también clásicos que de otra manera -viviendo en Torreón, por ejemplo- jamás habría visto en la pantalla grande. Así que, hablando de nostagia, va la reseña de uno de estos filmes, Los paraguas de Cherburgo:

Un cine subterráneo localizado en Montreal —la ciudad más populosa de la provincia que en otros siglos era Nueva Francia— organiza en mayo pasado un ciclo de 39 películas para rendirle homenaje al festival de Cannes y a las ganadoras de su máxima presea, la Palma de Oro. El ciclo se convierte en oportunidad para encontrarse por primera vez y en la oscuridad de la sala de cine con largometrajes no antes vistos. Acudo entonces a cuatro de ellos sacando de las visitas sólo dos que permanecerán en mi memoria por mucho tiempo. El primer filme fue La dolce vita del italiano Federico Fellini. Poco después, el segundo, Los paraguas de Cherburgo (Les parapluies de Cherbourg, 1964) del director francés Jacques Demy.
En la lluviosa entrada y en la banda sonora reconozco de inmediato el famosísimo himno al amor en el cual se ha visto erigida la melodía principal de Michel Legrand, traducida al inglés con el título de “Te esperaré”. Por ahí desfilan paraguas de variados colores como presagio del festival cromático que le espera al espectador. Sin embargo, apenas empiezan los diálogos cantados me siento ajeno a lo visto en pantalla. El musical nunca pretende estar cercano al realismo. Nadie dialoga con canciones fuera del cine. Poco a poco, me dejo arrastrar. La historia comienza a hacerse evidente. Éste es un musical en tres actos que inicia con “La partida”.
En el pueblo costero de Cherburgo al norte de Francia, durante el año de 1957, Guy (Nino Castelnuovo) trabaja como mecánico en un taller y sueña con dirigir su propia gasolinera. Está enamorado de Geneviève (Catherine Deneuve), la hija de una viuda propietaria de una tienda de paraguas —de ahí, evidentemente, el título de la cinta. Entre ellos florece un amor adolescente repleto de locura y candidez. Al idilio, sin embargo, se opone la madre. Caso típico. Pero un obstáculo todavía mayor se presentará cuando Guy sea llamado a hacer el servicio militar en el norte de África. Los amantes se separan —previa noche de pasión— realizándose juramentos de amor eterno y de espera incondicional. La escena de la despedida en la estación del tren es, sin exagerar, apoteósica.
Acto seguido viene “La ausencia” donde Geneviève se entera de que está embarazada y su madre, la señora Emery (Anne Vernon), aprovecha la aparición de un mercader de diamantes llamado Roland Cassard (Marc Michel) para resolver problemas económicos y domésticos. La aún joven viuda sirve de alcahueta para el conveniente matrimonio del salvador de honras con la hija. Con el tiempo, la ausencia de Guy irá desdibujando su recuerdo para al final desaparecer ante la presencia constante de Cassard. Durante el tercer acto, “El regreso”, Guy vuelve a Cherburgo —tras ser herido en una pierna— sólo para enfrentarse con la desolación. Geneviève ha roto su promesa y la tía Élise (Mireille Perrey), madre sustituta del joven, está a punto de morir. Malhumorado, ligeramente tullido y con frecuentes visitas a bares y burdeles, pasará a veces frente a donde se hallaba la tienda de la señora Emery con el fin de agriarse todavía más el alma.
Lo encomiable de Los paraguas de Cherburgo es que en ella no habrá final feliz al estilo hollywoodense donde los amantes se reconcilien y eso a pesar de ser el género al cual se suscribe la cinta obvia herencia de aquél. Si algo toma en cuenta Jacques Demy es el movimiento perpetuo de la vida, el olvido de los sentimientos a causa del alejamiento y de la ausencia, los ardores del desamor apenas remediados con el alcohol o las prostitutas. De esa forma, Geneviève preferirá casarse con un hombre rico, Cassard, quien le ofrece una vida acomodada y, ante la desilusión, Guy se consolará con la seguridad otorgada por Madeleine (Ellen Farner), la muchacha que durante años cuidó de la tía Élise. Dentro del epílogo, un encuentro inesperado entre los antiguos amantes durante el invierno de 1963 sólo servirá para reforzar sus decisiones. El único devastado por este final, por supuesto, será el espectador.
A pesar de que su voz y las de los demás actores habían sido dobladas, éste es de los primeros trabajos importantes de la ahora veterana actriz Catherine Deneuve y quizás el que hizo de su rostro un emblema de la belleza del continente europeo. De Geneviève pasó a roles bajo el mando de cineastas como Roman Polanski, Luis Buñuel y François Truffaut. En estos años, continúa colaborando con otros nombres del universo cinematográfico como los de Lars von Trier, François Ozon y más recientemente —ahora sí haciendo pleno uso de su voz— para la cinta de animación Persépolis.
Filme cantado de principio a fin, con una banda sonora ya legendaria, de exquisitez artificiosa así como decorados y vestuario estallando en múltiples colores, Los paraguas de Cherburgo justifica a plenitud la etiqueta de clásica. A pesar de los elementos que podrían volverla ajena a quien no acostumbra los musicales, la trama persuasiva de por sí y la mirada fija en la nostalgia del primer amor —sin ignorar el carácter cambiante y por ende cruel de la vida— nos la acercan. Con el filme de Demy, el melodrama nunca se vio ni se escuchó mejor pues es capaz de sacar a flote la cursilería que todos llevamos por dentro. Así como Guy y Geneviève se separan ahora sí para siempre en la última escena y rodeados por el murmullo apacible pero gélido de la caída de la nieve y mientras se escucha de nuevo la ya tan conocida melodía de Legrand, resuena a lo lejos y en la mente una frase cantada antes por la señora Emery: “Sólo se muere de amor en el cine”.

Los paraguas de Cherburgo (Les parapluies de Cherbourg, 1964). Dirigida por Jacques Demy. Producida por Mag Bodard. Protagonizada por Catherine Deneuve, Nino Castelnuovo, Anne Vernon y Marc Michel.

Un enlace a la entrada de la película:
http://www.youtube.com/watch?v=3JS4JMY0JWM