25 años de La decadencia del imperio americano


He estado dos semanas fuera de circulación. Así pasa. Las cosas buenas nunca vienen solas, diría Job. Shit happens, diría la gringada. Como si en el otro extremo del infinito cosmos resonara una carcajada de alguien que nos desea el mal. Apenas obtuve mi ciudadanía me empezaron los síntomas de lo que terminó siendo un mega-catarro. Ni siquiera hubo celebración de mi parte. Por primera vez desde que comencé a trabajar como profe de español en 1998, tuve que cancelar algunas clases de la semana pasada. No quiero sonar sospechosista; pero desde que me pusieron la maldita vacuna contra la influenza H1N1 cada vez que me enfermo de las vías respiratorias los síntomas han sido más intensos de lo usual. Por completo desproporcionados.
Pero paso a temas más agradables. Al menos no para mí sino para el cine quebequense. En las últimas semanas han estado en el candelero dos cineastas de esta provincia-nación francófona: Denis Villeneuve gracias a la nominación de Incendies (2010) al Óscar por mejor película en lengua extranjera y su tocayo el veterano Denys Arcand por los 25 años de La decadencia del imperio americano (1986).
No voy a agregar nada nuevo a lo que ya dije anteriormente sobre Incendies. Sin embargo, desde que se anunciaron las nominaciones al Óscar no han parado los reportajes esperanzadores y de orgullo nacional que hablan de Villeneuve y celebran su filme. Me imagino que algo idéntico estará ocurriendo en México con Biutiful (2010) de González Iñárritu (que sigo sin ver aunque ya se haya estrenado en Montreal hace una semana). Entregarse a la tarea de predecir un ganador en la categoría del mejor largometraje extranjero es una reverenda estupidez pues nunca son las favoritas las que ganan. El año pasado parecía ser una carrera entre dos: Un profeta y El listón blanco. Terminó llevándose el Óscar El secreto de sus ojos. Así que ni para qué perder el tiempo en eso. ¿Está mi corazón dividido entre las seleccionadas, entre la cinta mexicana y la canadiense? Claro que no. Este año me importa un comino quién gane. Y por lo pronto Incendies ya goza de los frutos de la nominación: un cartel nuevecito y, por supuesto, una fecha próxima para su distribución en los Estados Unidos.
Denys Arcand, por otro lado, no es ningún novato en lo que se refiere a la ceremonia más pomposa y sobrevalorada de Hollywood. Arcand tuvo que chutarse tres ceremonias para finalmente ser galardonado con el Óscar a mejor película extranjera por Las invasiones bárbaras (2003). Ya antes le habían concedido sendas nominaciones por La decadencia del imperio americano y Jesús de Montreal (1989). Ahora lo que todos los interesados en el cine quebequense y en las seducciones baratas del Óscar se preguntan es si su tocayo y colega más joven logrará de nueva cuenta la hazaña. Para conmemorar este aniversario número 25, aquí dejo un fragmento sobre Arcand de mi libro Vislumbre de cineastas. Esto, debo aclararlo, fue escrito años antes de que viniera a vivir aquí. Después de convalecer, nada como el reciclaje:

Arcand: combate contra la ortodoxia
(...) "La decadencia del imperio americano proyecta imágenes poco acostumbradas en los ojos del mexicano promedio. Su núcleo es una reunión de maestros y alumnos de la universidad separados en un comienzo. Las mujeres hacen ejercicio mientras sus hombres preparan los manjares que luego disfrutarán juntos. Ambos frentes centran sus conversaciones en el sexo, gran derrocador, según varios de los personajes, del imperio americano. Las relaciones en esta fiesta son algo intrincadas. El joven Alain (Daniel Briére), al final del día, será el amante en turno de la madura Dominique (Dominique Michel). La bella Danielle (Geneviève Rioux) se acuesta con Pierre (Pierre Curzi), el soltero empedernido. Louise (Dorothée Berryman) y Remy (Remy Girard) tienen un matrimonio en apariencia estable. Diane (Louise Portal) es una masoquista y Claude (Yves Jacques), un homosexual infectado con el virus del SIDA. Dentro de estas largas y explícitas pláticas, interactúan los personajes y dejan vislumbrar su pasado, sus infidelidades, sus cambios de parejas e incertidumbres de finales de los ochenta.
La entrada de Arcand es engañosa. Los créditos se suceden uno a otro mientras la toma amplia se acerca a Dominique y Diane. Por el corredor, acartonado y colorido, caminan transeúntes, patinadoras y periodistas. A la hora, las conversaciones soeces y gráficas de estos cuarentones terminan, hasta cierto punto, en el cansancio. Ya Hollywood impuso un tipo de belleza, tanto femenina como masculina, y las personas normales son insostenibles en pantalla. Para muchos, será imposible creer que dos tipos obesos como Pierre y Remy puedan parecerles apetecibles por igual a alumnas y colegas. Arcand lleva su premisa a los límites cuando Pierre recuerda su primer encuentro con Danielle en una sala de masajes, lugar donde ella lo masturba mientras hablan de historia e intelectuales. Para Pierre, ella es una revelación y, después de mucho tiempo de no estarlo, se enamora. Se le reconoce el ímpetu temático y la construcción de la trama basada en diálogos y retrospectivas. Algunos seguirán con objeciones contra La decadencia, filme difícil de digerir en los noventa, década en la que el sexo ya no es mera conversación sino pura imagen. Este imperio, dirán, fue edificado para otra generación y para otros tiempos. No deja, sin embargo, de ser uno de los trabajos más destacables en la carrera del director canadiense. La decadencia no pierde su vigencia porque los temas que expone no caducan tampoco. Como dato adicional, el largometraje gana nueve Génies en su país de origen, el premio Fipresci de la crítica internacional en Cannes y la nominación al Óscar como mejor película extranjera." (...)

El avance: http://www.youtube.com/watch?v=a7R4YFi_qhA