Miedo de verdad y redención


Cuando uno se acostumbra a ver sin parar muy buen cine puede transponer la barrera donde se pierde un tanto la sensibilidad. En varias ocasiones me ha ocurrido —sobre todo, en los últimos meses— que voy a ver una cinta recomendada por un ejército de críticos con elogios muy entusiastas y al final termino un tanto decepcionado. Sí, lo admito, la película en cuestión es buena y sin embargo no salgo de la sala saltando de gusto por haber tenido una experiencia cinematográfica excepcional. Pero, de vez en cuando, ocurre la perfecta combinación de factores para que un filme logre estremecerme. Esto me sucedió ayer sábado por la tarde cuando fui a ver al Cinéma Parallèle una cinta sin mucho presupuesto y de pocas pretensiones sobre un grupo de religiosos en peligro. Todavía no me recupero del todo. Veo el avance en YouTube y quiero echarme a llorar. Aquí va la reseña:

Últimamente el miedo ha cundido no sólo en nuestro país sino en otras naciones con problemáticas similares (sobre todo, en el mundo árabe). Ante nuestras vicisitudes, nos falta tiempo para mirar las de los demás. El miedo parece ser el tema central (o al menos la emoción más subrayada) de la cinta ganadora del Grand Prix el año pasado en el festival de Cannes: De dioses y hombres (Des hommes et des dieux, 2010) del francés Xavier Beauvois. No es éste el miedo inofensivo de una cinta de horror que sabemos artificioso y efímero. No, éste es el miedo más cercano al real, el que paraliza, provoca el llanto, un sinnúmero de pesadillas o de noches de insomnio y a veces (sí, es verdad) el rezo. Porque qué más queda. Rezar es la acción más frecuente entre los protagonistas del citado largometraje pues los ocho hombres cuyos rostros son escrutados hasta la saciedad por la cámara son unos monjes franceses, habitantes de un monasterio en la cima de una colina del Norte de África.
No se necesita tener creencias religiosas de ningún tipo en especial para conmoverse ante el tormento diario vivido por los hermanos cistercienses en Argelia a mediados de los años noventa. La cinta abre con un epígrafe. Del salmo 82 se toman algunos versículos que dan sentido al título del largometraje: “Yo dije, vosotros sois dioses, / y todos vosotros hijos del Altísimo; / pero como los hombres moriréis, / y como cualquiera de los príncipes caeréis.” Beauvois arranca de la realidad la muerte verdadera de estos hombres, asesinatos irresueltos hasta la fecha, para completar el mosaico con una ficción en extremo conmovedora. Amédée (Jacques Herlin) es el hermano más viejo, del que se dice proféticamente que enterrará a todos. Luc (Michael Lonsdale), coetáneo de Amédée, recibe en su consultorio a los enfermos del pueblo que se halla al pie de la colina. Uno de los más jóvenes, Christophe (Olivier Rabodouin), cultiva la tierra y no está exento de dudas. Cada quien tiene entonces un papel asignado en el monasterio, entre la cocina, la venta de miel en el mercado del pueblo o la provisión de comida y medicamentos. Finalmente está Christian (Lambert Wilson) el hermano superior y quien a la larga decide por sus compañeros no aceptar la protección de militares en un lugar cada vez más diezmado por el terrorismo de los extremistas. Los monjes, sin afán de evangelizar, han estrechado lazos con la población local musulmana. Sin embargo, poco a poco, el terror se apodera de todos cuando se hallen sumergidos en el fuego cruzado entre un régimen militar y los extremistas que con las armas desean derrocarlo.
Beauvois se vale de diferentes aspectos para recrear una atmósfera de miedo que en instantes —y en esto precisamente reside el gran mérito de la cinta— se vuelve insoportable. Uno de ellos, es la paz planteada por los monjes y sus actividades diarias: cánticos, alabanzas, oraciones y trabajo manual. De repente, alguno de los ocho hombres se detiene, contempla el paisaje y se pregunta si vale la pena esperar sentado a que por la noche lleguen los extremistas y les corten la cabeza. En un comienzo divididos sobre la decisión a tomar, pronto estará claro que la unión con la gente del pueblo es indisoluble, que ellos desde su colina les dan fuerzas a quienes se encuentran abajo para continuar viviendo. No pueden irse. Tampoco desean disolver su fraternidad. No son pocos los momentos donde la resistencia, la compasión y la espiritualidad de estos hombres los mantiene en pie para enfrentarse con sus muy particulares armas al régimen militar, a los extremistas o incluso a las órdenes de regresar a su patria por parte del gobierno francés. El espectador verá entonces con impotencia cómo la vorágine se traga a estos hombres de bien, sean religiosos o no. No me avergüenza confesar que en más de una escena sentí que los ojos se me humedecían. Fue imposible resistir a la conmoción cuando de mi propio país salen noticias —oficiales y no oficiales— tan desalentadoras. Quien no sienta un revuelco del alma al mirar las secuencias del helicóptero sobre el monasterio o de la última cena —ésta llena de miradas que se tornan de alegres a tristes y con “El lago de los cisnes” como fondo musical— tal vez esté hecho de piedra. El periplo emprendido por el espectador con De dioses y hombres no debe ser tomado a la ligera.
Más de un crítico de cine se sorprendió sobremanera al enterarse hace unas semanas que entre la lista de cinco de las nominadas por el Óscar a mejor película en lengua extranjera De dioses y hombres fue vergonzosamente obviada. Eso no importa. Tales desplantes son naturales en Hollywood. Quizás pensaron que con Incendies y con Hors-la-loi ya habían cubierto su cuota de obras sobre el mundo árabe. La contundencia del filme de Beauvois perdurará a pesar de los premios que pueda o no cosechar, a pesar de la mucha o poco distribución que consiga. En nuestro país, por ejemplo, ya ha sido vista por un público reducido gracias a la LII Muestra Internacional de la Cineteca. Ruego por que encuentre espacio en la corrida comercial como le ha ocurrido a La leyenda del tío Boonmee, la ganadora de la Palma de Oro del 2010. De hombres y dioses es una experiencia cinematográfica que nadie debería perderse empezando por quienes piensan tener en sus manos el destino de nuestro país. Tal vez algo aprendan de esta humilde película.

El avance: http://www.youtube.com/watch?v=8xG3F-GUbnw