El ocaso en Tokio


Ante la imposibilidad de escribir algo nuevo en esta bitácora -situación que, presiento, no cambiará hasta principios de diciembre- me dedicaré a subir textos viejos.

El ocaso en Tokio
Los filmes de Kurosawa, Yimou y Lee han sorteado las barreras del idioma y de la distancia. Pero si las cintas latinoamericanas y europeas sufren discriminación en las salas exhibidoras, ¿qué se puede decir en cuanto a exponentes cinematográficos de los lugares más recónditos del oriente? A la par del Rashomon de Akira Kurosawa (Japón) y antes del Sorgo rojo de Zhang Yimou (China) o El banquete de bodas de Ang Lee (Taiwan), el director japonés Yasujiro Ozu (Al que la dama ha olvidado, Primavera temprana, Una tarde de otoño) hacía escuela en la primera mitad del siglo. Con probabilidad, su cinta más famosa sea Historia de Tokio, presentada en VHS por la colección “Grandes directores” del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y también víctima del polvo en videotecas universitarias.
Historia de Tokio (Tokyo monogatari, 1953) presenta el viaje emprendido por un matrimonio de ancianos, Shukishi (Chishu Ryu) y Tomi Hirayama (Chiyeko Higashiyama), para visitar a sus hijos. Koichi (So Yamamura), el doctor, y Shige (Haruka Sugimura), la estilista, no son capaces de hacer a un lado sus ocupaciones para atender a los padres y sólo Noriko (Setsuko Hara), la nuera, les brinda sonrisas y amabilidad. En México, este largometraje, convertido en culebrón melodramático, recibiría el nombre de Cuando los padres vienen.
La música de Takanori Saito penetra los sentidos y los estruja, durante la entrada, por su fuerza y hermosura. Durante la trama, sin embargo, emerge su débil, su apenas perceptible presencia. Sobrio en escenografías, aunque no en imágenes bien logradas, Ozu cuenta con admirable quietud el abandono al que son empujados Shukishi y Tomi. Con odiosa educación y dulce hipocresía les indican a los ancianos la verdad: nadie tiene ni el tiempo ni el espacio para recibirlos. Los niños se incomodan con el arribo de los abuelos, la comida no es suficiente. Koichi, el primer anfitrión de los viejos, y su horario imprevisible disgusta a la familia entera aunque sólo a los infantes, Minoru (Zen Murase) e Isamu (Mitsuhiro Mori), les sea permitido demostrar enojo. La mezquindad de Shige (“No gastes mucho, no es necesario”, le advierte en reiteradas ocasiones a su esposo) sólo fluye de su boca cuando los viejos dan la espalda. Los dos hijos prometen y prometen un paseo por la ciudad. Las prisas torturan el reloj y, como último recurso, está Noriko, la cuñada, la viuda del hermano, el personaje que causa mayor empatía además de Shukishi y Tomi. Su respiración cortada, los suspiros al hablar, su expresión sonriente son sorpresas que los suegros no imaginan. Tras pláticas conspiradoras de los hijos mayores (“¿Se quedarán mucho tiempo?” “Estamos muy ocupados”) los Hirayama irán, con gastos pagados, a Atami, balneario de aguas termales. La estancia en el lujoso hotel, donde se dará la primera manifestación de la próxima muerte de la madre, es corta porque “este lugar es para la juventud”. Cuando regresan a Tokio los reproches no se hacen esperar. La inhospitalidad tampoco. “Ahora sí estamos desamparados” le dice el padre a su mujer entre risas. Shukishi cae en la borrachera compartidora de decepciones y Tomi pasa la noche en el diminuto apartamento de Noriko, quien pide a su vecina vino y copas, quien sacrifica un día de trabajo para pasear a sus suegros. Yasujiro Ozu estampa un sinfín de escenas en la mente: la necedad de Minoru ante la frustración, Shige y su esperanza de muerte al empacar ropa negra, Noriko y su esperanza de vida al no empacarla, los tambores del funeral materno, la apacibilidad solitaria de Shukishi, el rostro de Kioko (Kyoko Kagawa) –la hermana menor, la maestra— al pasar el tren y una frase en labios de Noriko como síntesis: “cada quien busca su propia vida”.
Con Historia de Tokio, Yasujiro Ozu logra una visión profunda del entorno familiar, una obra estética y una excelente película.

-Historia de Tokio (Tokyo monogatari, 1953). Dirigida por Yasujiro Ozu. Producida por Shochiky. Protagonizada por Chishu Ryu, Chiyeko Higashiyama, Setsuko Hara, Haruka Sugimura y So Yamamura.