Humilde morada de los Crawley

Mientras espero con impaciencia el estreno en DVD de la quinta temporada de Mad Men, mi nueva droga televisiva se llama Downton Abbey. Hace algunos meses bajé al sótano del videoclub al que acostumbro ir casi cada fin de semana en Montreal. Ahí los de “La Boîte Noire” guardan las series de televisión. Ese día buscaba una serie británica del estilo de Upstairs, Downstairs (1971-1975) y del escritor de Muerte a la medianoche (Gosford Park, 2001), Julian Fellowes. Sabía que la mencionada serie había tenido ecos al otro lado del océano y que incluso —a pesar de la variedad de productos televisivos al alcance de su mano— había conquistado a los gringos. Renté el primer disco que contenía únicamente los primeros dos episodios de la temporada inaugural. Esto para darme una probada de Downton Abbey sin gastar mucho. Tan pronto terminé de ver esos dos episodios de la primera temporada salí corriendo a la tienda de DVD más cercana a mi casa para conocer por completo las peripecias de la aristocrática familia Crawley y las de sus no menos interesantes sirvientes.
A la cabeza del clan Crawley y como dueño absoluto de la mansión Downton Abbey se halla Robert Crawley (Hugh Bonneville), conde de Grantham. Pero no es a él a quien primero vemos aquella mañana de abril de 1912. Por la ventanilla de un tren vemos más bien el rostro mofletudo y triste del señor John Bates (Brendan Coyle), el inválido herido en la guerra de Sudáfrica que en unas horas se convertirá en el controvertido ayuda de cámara del conde. Son los sirvientes quienes primero se levantan en Downton Abbey: el mayordomo, el ama de llaves, la cocinera, las sirvientas, los lacayos y el chofer. Son ellos quienes primero se enteran de que la noche anterior ha naufragado el Titanic. Un telegrama llega mientras la familia desayuna. El telegrama trae malas noticias complementarias: la muerte de dos de los herederos del clan Crawley en el naufragio. Tanto la propiedad como la fortuna de la familia peligran ante la tragedia colectiva del Titanic pues Robert y su esposa Cora (Elizabeth McGovern) solamente han podido engendrar tres hijas, ningún varón susceptible de heredar la propiedad. Desafiante ante la autoridad de su hijo aparece confrontada a la presencia de su nuera la condesa viuda de Grantham, Violet (Maggie Smith, genial como siempre). Finalmente luego de los dos muertos se da una alianza entre madre y esposa. Esto luego de años de rencores pues es bien sabido que en el matrimonio de los Crawley hubo un intercambio provechoso para las dos partes: él le concedió un título a la estadounidense, ella su riqueza al conde. Aunque ahora Robert y Cora se aman les queda claro a ambos que el motivo principal para que él se casara con ella fue la fortuna de la americana, fortuna necesaria para mantener la propiedad, fortuna que ahora peligra pues se halla legalmente unida al título nobiliario por órdenes del anterior conde de Grantham, el padre de Robert. En pocas palabras, el heredero del actual conde lo tendrá todo después de su deceso: el título, la propiedad y la fortuna de Cora.
Las únicas esperanzas están puestas en los matrimonios de las tres hijas. La mayor, lady Mary (Michelle Dockery), además de bella, es rebelde y orgullosa. La de en medio, lady Edith (Laura Carmichael) tiene pocas probabilidades de encontrar marido por su fealdad siempre opacada por la hermosura de Mary. La menor, lady Sibyl (Jessica Brown) es la única susceptible de cuestionar a fondo los valores aristocráticos de su familia atreviéndose a interesarse en los problemas de quienes trajinan en el sótano. Escaleras abajo, entre la servidumbre, se comentan los problemas de los Crawley como si se tratara del serial radiofónico más popular de Gran Bretaña. Unos critican a sus patrones. Otros los defienden hasta la muerte. Y la llegada del señor Bates levanta un debate mayor: ¿cómo es posible que su señoría haya mandado llamar a un cojo para que sea su ayuda de cámara? El final del primer capítulo marcará esta temporada inicial de Downton Abbey. El siguiente nombre de varón en el árbol genealógico es Matthew Crawley (Dan Stevens), primo en tercer grado. Con el fallecimiento de dos miembros de la familia en el Titanic, el abogado clasemediero de Manchester heredará todo cuando muera Robert. Pronto Matthew y su madre Isobel (Penelope Wilton) reciben una invitación para mudarse a la aldea cercana a Downton Abbey. El plan de Robert es preparar al muchacho de clase media y así convertirlo en el siguiente conde de Grantham. Incluso, tal vez convertirlo en su yerno casándolo con su hija mayor. El resto de la familia no estará muy de acuerdo con la bienvenida que Robert les da a los parientes pobres. La segunda temporada estará marcada por las consecuencias de la Primera Guerra Mundial.
Una telenovela se caracteriza por sus situaciones dramáticas, los constantes giros en la trama y, sobre todo, los finales de infarto de cada episodio. En ese sentido, Downton Abbey es una telenovela. Pero no se crea con ello de que es una telenovela de las que se acostumbran producir en cantidades industriales dentro de nuestro país. Downton Abbey colma los requisitos (incluso más allá de las expectativas) en cada uno de los departamentos que chafean en Televisa o TVAzteca: vestuario, dirección de arte, iluminación, fotografía, diálogos y actuaciones. Sobre los hombros de los actores (quienes le dan la cara al público) recae en gran medida el éxito de una teleserie. Si la interpretación conlleva una potencia incuestionable, entonces las situaciones más inverosímiles se vuelven creíbles. Si la capacidad actoral del histrión es paupérrima (algo a lo que nos tienen acostumbrados los melodramas nacionales) el humor involuntario se hace presente. Éste no es el caso de Downton Abbey. Al contrario. El contraste se vuelve tan intenso que hasta tristeza da que seriales como el mencionado no sean posibles en un país como el nuestro. Downton Abbey resplandece de arriba abajo desde las habitaciones de los aristócratas hasta la ruidosa cocina donde los sirvientes discuten y se enfrentan. El sonoro eco en países allende las islas británicas no resulta nada desproporcionado. En nuestro idioma (en un caso con doblaje, en otro con subtítulos) Downton Abbey ha sido difundida por Antena 3 en España y por Film & Arts en Latinoamérica. Y ahora que he visto las dos temporadas de Downton Abbey espero impacientemente a que comience la tercera. Así de adictiva se ha vuelto para mí.

Comercial del inicio de Downton Abbey con versión coral de "Every Breath You Take" de fondo musical: http://www.youtube.com/watch?v=2M3moEeErr8
Comercial del inicio de la segunda temporada con versión coral de "With or Without You" de fondo musical: http://www.youtube.com/watch?v=yoe3CoxcYm0