Desde hace dos años a la fecha el actor
de origen texano Matthew McConaughey está haciendo algo muy raro: está
actuando. Todo pareciera indicar que cambió de agente o tuvo una epifanía o se
está haciendo mayor o su esposa brasileña le ordenó dejarse de pendejadas. Tal
vez el nuevo agente le está pasando consejos sobre cómo ganar ese monigote
dorado tan codiciado por todos en Hollywood: hacerla de malo, bajar de peso,
cambiar la imagen de imbécil, involucrarse en el cine independiente gringo, ser
un hombre de familia. Quién sabe. Porque la pseudo-carrera (“pseudo” en cuanto
a su calidad artística, claro) de McConaughey había sido desde hace bastante
tiempo un chiste colectivo. Hasta en series animadas como American Dad se han burlado más de una vez de su estupidez. Los
críticos de cine se han reído igual cantidad de veces de sus intervenciones en
comedias románticas y en cómo en cada uno de los afiches de éstas sale con
expresión de galán despreocupado recargándose sobre su novia o sobre una pared
invisible. Los pecados fílmicos de McConaughey son numerosísimos. ¿No fue él
acaso quien protagonizó Sahara al
lado de Penélope Cruz, bodrio incluso para quienes los producen? Así estará esa
bazofia.
Pero en 2011 McConaughey interpretó un
rol central en la cinta de William Friedkin Killer
Joe. Para quienes no lo recuerden Friedkin es un realizador que estuvo en
los cuernos de la luna durante los setenta, el artífice de cintas como Contacto en Francia (1971) y El exorcista (1974). Es decir, un cine
nada cercano al género de la comedia romántica boba. Killer Joe se sumergía en las profundidades más pantanosas de la
llamada “white trash” gringa. El hijo de una familia pobretona —de ésas que
viven en casas rodantes— tiene una deuda con mafiosos y para cobrar un seguro
de vida contrata al asesino Joe del título. La víctima, su propia madre. Como
no cuenta con el dinero para los mafiosos, menos para Joe y él quiere cobrarse
con la hermana del protagonista. La cinta es de bajo presupuesto, violenta y
sádica. En suma, un ejemplo entretenido de la serie B. Sorprendente resultó que
quien durante años protagonizara comedias románticas se volviera ahora un
asesino despiadado. De ver Killer Joe
pocos espectadores olvidarán la escena del pollo. Hasta yo me sentí incómodo
con ella. El año pasado McConaughey continúa con este afán —muy similar por
cierto a los emprendidos antes por otros actores hollywoodenses como Mel
Gibson, Brad Pitt o George Clooney— de hacernos olvidar el inicio de su carrera,
no considerarlo otro galán de moda y tomar su trabajo en serio. McConaughey se
tardó más que sus colegas, sin embargo. Así, bajo la dirección de Jeff Nichols,
el actor texano encabeza el reparto de Mud
(2012).
Mud está
configurada como una historia de crecimiento. En ella Ellis (Tye Sheridan) se
le presenta al espectador en su protagonismo. Es un muchacho de catorce años
que al lado de su mejor amigo Neckbone (Jacob Lofland) descubre en un islote en
medio del Misisipi una barca sobre un árbol puesta ahí por las fuerzas crueles
de la naturaleza. Sin embargo, la barca sobre el árbol tiene dueño: un hombre que
se hace llamar Mud (McConaughey). El hombre aparenta ser un indigente. A pesar
de que bien pudiera también ser peligroso, Ellis siente una cercanía con este
antihéroe aislado y escondido del mundo. Pronto se entera que está ahí
esperando a su novia Juniper (Reese Witherspoon) y que además varias personas lo
están persiguiendo. Ellis, sobre todo, y Neckbone, en segundo plano y con mayor
reticencia, deciden ayudar a Mud. Primero llevándole víveres. Después como
mensajeros. Al mismo tiempo Ellis atestigua cómo se va apagando el matrimonio
de sus padres y además se enamora de una chica tres años mayor siguiendo en más
de un aspecto el modelo del hombre de la barca en el árbol.
Bajo la batuta de Nichols el reparto
entero otorga excelentes actuaciones. Destaca por supuesto McConaughey. Pero
también Tye Sheridan. Aunque lo que más admiré de Mud fue el despliegue de la narrativa. El periplo de Ellis se
desarrolla con cada caída de otra capa, con cada personaje nuevo que entra a
escena y añade información. El suspenso —aunque no podría clasificar la cinta
dentro de dicho género— aumenta y en ese sentido no puede uno dejar de
preguntarse qué pasará después. El cineasta aparece entonces aquí como un hábil
cuenta-cuentos.
Este joven director salta a la escena al
mismo tiempo que se da el cambio radical en la carrera de McConaughey. Nichols
se vuelve conocido con Atormentado (Take Shelter, 2011), película
protagonizada por Michael Shannon y Jessica Chastain. Otro buen ejemplo del
cine independiente de los Estados Unidos, por cierto. Finalmente Mud se presentó dentro de la selección
oficial en el festival de Cannes del año pasado y hasta ahora, un año después,
sale en corrida comercial en Estados Unidos y Canadá. En México se titulará El niño y el fugitivo y su fecha de
estreno está prevista para el 21 de junio. Como otra jocosa nota al pie además
de ese nombre vende-tramas, ésta era la cinta que se estrenaba casi a la par
del escándalo mediático de Witherspoon y su esposo.
—El
niño y el fugitivo (Mud, 2013).
Dirigida por Jeff Nichols. Producida por Lisa Maria Falcone, Sarah Green y
Aaron Ryder. Protagonizada por Matthew McConaughey, Tye Sheridan,
Jacob Lofland y Reese Witherspoon.
El avance: http://www.youtube.com/watch?v=7DaNlTFHZgQ
Nota del 20 de junio: El estreno de la cinta se retrasó como de costumbre en verano. Ahora tiene fecha prevista para el 28 de junio. Quién sabe si así será.
Nota del 25 de junio: Lo dicho. Veo por el sitio de Cinemex que la fecha volvió a cambiar. Ahora el estreno está previsto para el 5 de julio. Y así seguirá cambiando para darle cabida a cintas más taquilleras. Da igual.
Nota del 20 de junio: El estreno de la cinta se retrasó como de costumbre en verano. Ahora tiene fecha prevista para el 28 de junio. Quién sabe si así será.
Nota del 25 de junio: Lo dicho. Veo por el sitio de Cinemex que la fecha volvió a cambiar. Ahora el estreno está previsto para el 5 de julio. Y así seguirá cambiando para darle cabida a cintas más taquilleras. Da igual.