En su crédito del año pasado François Ozon
continúa tratando el tema de esos jóvenes tal vez demasiado maduros para el
bien ajeno, ésos que a través de la cuidadosa observación ejercen su particular
poder ante generaciones de mayor edad. Y las dejan perplejas. Incluso
impotentes. Un ejemplo ya se dio con En la casa (2012), adaptación cinematográfica de la obra española El chico de la última fila. Ahí el
alumno seducía —metafóricamente, aclaro— a su profesor a través de la
escritura. Y lo arruinaba. En el caso de la protagonista de Joven y bella (Jeune et jolie, 2013), su poder tendrá influencia a través del
cuerpo. De esta forma, la juventud se vuelve de nueva cuenta el anzuelo para
esos hombres mayores que buscan una relación sexual con una chica que apenas llega
a la mayoría de edad. Pero la muchacha no tendrá motivo aparente para dedicarse
a la prostitución. Ni por afán de goce ninfomaníaco, ni por la retribución
económica.
Durante
el largometraje Joven y bella el
espectador presenciará cómo transcurre la vida de Isabelle (Marine Vacth)
durante un año convenientemente dividido en las cuatro estaciones. El cineasta
establece el punto de partida de la historia en el verano. Isabelle visita la
costa con su familia pequeño burguesa: su madre Sylvie (Géraldine Pailhas), su
padrastro Patrick (Frédéric Pierrot) y su hermano menor Victor (Fantin Ravat).
El inicio en la vida sexual activa ocurre al lado de un turista alemán que la
ha estado cortejando. El acto se consuma bajo las estrellas y junto al mar.
Para cualquier otra chica el recuerdo de esta noche habría sido romántico. Sin
embargo, a ella la deja indiferente. Pareciera que Isabelle sólo cumple con el
trámite de perder la virginidad. Cuando la familia se despide del verano al
mismo tiempo que se aleja de la costa por la carretera, la joven ni siquiera le
concederá a su fugaz amante en bicicleta una mirada desde la ventanilla.
En
el otoño, de regreso en la ciudad y ya bajo el resguardo del departamento
familiar o del liceo, Isabelle buscará escudada tras el alias de Léa encuentros clandestinos
con hombres mayores y ricos a cambio de buenas cantidades dinero. Las citas se
llevan a cabo en hoteles de lujo, lejos de los lugares frecuentados por su
familia o sus amigas. Frente a éstas, Isabelle enmascara tantos mensajes de
texto con un novio ficticio de la universidad. Junto a los clientes el placer
sexual no forma parte de la ecuación. Tampoco el dinero pues tan pronto entra
al departamento familiar Isabelle lo guarda en una bolsa oculta entre su ropa.
Ni siquiera lo gasta. El principal motivo podría acaso hallarse en la
excitación de la clandestinidad y sobre todo —subvirtiendo todos los
estereotipos asociados con el fenómeno de la prostitución— el infinito poder
que, encima de la cama, ejerce ante estos hombres de mayor edad y riqueza. Tal
vez se trate de ese aburrimiento tan característico de la pequeña burguesía,
clase muy presente en la cada vez más larga filmografía del director francés. Sólo
uno de sus clientes, Georges, le inspira cierta simpatía. De pronto irrumpirá
la muerte en una de sus citas con Léa y así se destapará la doble vida de la
muchacha. La familia —en especial, la madre— intentará encontrar como loca un
motivo para explicar los actos de Isabelle. Las respuestas serán vagas. Aun
confusas. Ella simplemente se encoge de hombros. Luego, cuando trate de llevar
una vida más convencional, con su nuevo novio Alex, sentirá otra vez la
frialdad. Como si sólo pudiera sentir placer en la existencia alterna de lo
clandestino.
Ante
Joven y bella hay que estar
conscientes de que Ozon nunca ha sido y nunca será un realista social. El filme
no tiene como intención denunciar esos casos de prostitución tan ventilados en
el primer mundo, los de chicas de clase media o alta o de incluso
universitarias de las mismos sectores sociales. Eso ya lo había hecho unos años antes y en
el mismo país Malgorzata Szumowska con Elles
(2011), mero traslado de un reportaje de revista femenina a la pantalla grande.
Como acostumbra, el director francés plantea una experiencia estética
fuertemente inclinada hacia el artificio. No hay nada de grotesco ni sórdido en
las escenas de cama. Al contrario. A pesar del intercambio de dinero y de la
falta de equilibrio entre un cuerpo femenino esbelto y hermoso y otro masculino
ya en franca decadencia; el tono intencionalmente cursi de Ozon irrumpe a
través de la banda sonora y de la constante presencia de la voz de Françoise
Hardy (algo nada nuevo en su obra; para muestra, recuérdese 8 mujeres). Sin duda, a la cinta podría
acusársele de banalizar el tema. Pero con tal argumento también no resultaría
nada difícil calificar la filmografía entera del cineasta con dicho adjetivo. Precisamente
por alejar el tema de la corrección política y de las preocupaciones sociales
Ozon gana puntos en interés. Eso no significa que Joven y bella esté a la altura de sus mejores cintas. Joven y bella formó parte de la
selección oficial del festival de Cannes del 2013. Llegó a México con la
edición 55 de la Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional. Su
estreno en corrida comercial para nuestro país está previsto para el 19 de
junio.
—Joven y bella (Jeune et jolie, 2013). Dirigida por François Ozon.
Producida por Eric y Nicolas Altmayer. Protagonizada por Marine Vacth,
Géraldine Pailhas, Frédéric Pierrot y Fantin Ravat.
El
avance: http://www.youtube.com/watch?v=y146-lXOdT0