Joyas que vi de chiquillo (VI)

En esos gloriosos tiempos en que la compañía de cable en Torreón bajaba con impunidad señales de los Estados Unidos había entre la programación un canal de pago por evento llamado Request. Por alguna razón que aún tantos años después me elude Telecable (como se hacía llamar la compañía en aquel entonces) no sólo se pirateaba las señales de HBO, Showtime o Cinemax sino que, en el caso de Request, pasaba las películas enteras sin que hubiera pago de por medio por parte del suscriptor. Ahí vi por primera vez una cinta española titulada Mujeres al borde de un ataque de nervios. También muchas otras cuyos títulos hoy ya no recuerdo. Pero del largometraje del cual más me acuerdo además del de Almodóvar es el estadounidense del que hablo a continuación, otra joya que vi de chiquillo. Retomo entonces esta sección del blog abandonada hace dos años. La joya anterior fue El resplandor. Hoy le toca el turno a Heathers:

Heathers es para mí la mejor película hecha en los ochenta sobre la vida en una preparatoria estadounidense. Muchos otros cinéfilos preferirán opciones un poco más convencionales y amables como las realizadas por John Hughes. Pero yo —desde que la vi en aquel canal de señal pirateada llamado Request tal vez entre 1989 y 1990— me quedo con Heathers (1988) de Michael Lehmann.

Jugar croquet en un jardín idílico con “Que será, será” de fondo musical
La película da inicio con el logotipo de una casa productora ya desaparecida: New World Pictures. Inmediatamente después de algunos créditos en blanco y rojo la cámara captura la nuca de una muchacha rubia que se está poniendo una banda (también roja) para el pelo para así acomodárselo en un estilo de colita. Lo no imaginado en este momento inaugural del filme es que esa banda se convertirá en realidad en el cetro de una tiranía dentro del microcosmos de una escuela preparatoria. Y tal tiranía es la de la popularidad. Ningún espectador podría imaginárselo ante el jardín idílico donde esa chica de rojo y sus dos amigas conversan. La ropa de las tres, de colores fuertes, se encuentra perfectamente combinada con sus accesorios y además con los palos de croquet que tienen a la mano. Eso nos da una pista de la época en que se hallan estos personajes. Como sacadas de Alicia en el país de las maravillas, las tres jóvenes (una de roja, otra de amarillo y la tercera de verde) se levantan de sus asientos y toman los palos de croquet. El tono idílico lo completa la banda sonora en la cual una mujer canta una canción sobre el futuro incierto, una melodía popularizada hace varias décadas por Doris Day: “Que será, será - Whatever Will Be, Will Be” (Óscar a la mejor canción original a mediados de los cincuenta por El hombre que sabía demasiado de Hitchcock). Pero algo está mal aquí. De otra manera las tres chicas no habrían pisado con toda intención las flores que las rodean. Primer síntoma de su mundo interior. Quizás éstos no son ángeles, sino demonios. O, peor que demonios. Tal vez sean unas malditas perras.
Unos pasos más adelante nos enteramos por el diálogo de que las tres chicas tienen el mismo nombre: Heather. Eso explica el extraño título de la película. De ahí que se llame Heathers. Entonces, se asume, las Heathers serán las protagonistas. Pero no es así. Al fin se ponen de acuerdo sobre qué Heather detenta el turno que sigue. La de verde está distraída porque, además de jugar al croquet, está leyendo Moby Dick. Cuando la bola de croquet golpea algo allá abajo, después de ser besada por la joven de la banda roja, cambia la perspectiva. No es un objeto sino la cabeza de otra chica, una Alicia decapitada. Ella se encuentra enterrada hasta el cuello en el jardín maravilloso. Ésta es nuestra protagonista. De ella se ríen las crueles Heathers. Y la heroína (¿o anti-heroína?) no se llama Heather. Ni Alicia. Se llama Verónica. Lo anterior ha sido una fantasía pesadillesca para ilustrar la vida preparatoriana de Verónica Sawyer (Winona Ryder). Nos hallamos en esa época de gloria: los ochenta. Abundan el fijador para el pelo, los relojes marca Swatch, los copetes exagerados y las hombreras. Chicas como las del inicio practican aeróbics y miran MTV. La ubicación de la trama es Sherwood, Ohio. Más específicamente, la escuela preparatoria Westerburg. Una vez que las risas se detengan Verónica mirará directamente a la cámara y dirá “Querido diario”. Con tales palabras se rompe el hechizo del jardín. De vuelta a la realidad y a uno de los pasillos de Westerburg. Ahí, sentada sobre el primer peldaño de la escalera, Verónica escribe su diario explicándose y explicándonos quién es la chica de la banda roja: Heather Chandler (Kim Walker), la alumna más popular y admirada de Westerburg. Por lo tanto, la todopoderosa. La misma que alguna vez le dijo a Verónica: “Si no quieres ser una perdedora y si quieres coger con las águilas, aprende a volar”.  Y nadie enseña a volar mejor que la Chandler. Rubia, medianamente bella, con su ropa bien combinada y su banda roja. La misma que con orgullo guarda en su casillero la leyenda “Compro, luego existo”. Deseada por todos. Envidiada por todas. Las otras dos Heathers, McNamara (Lisanne Falk) y Duke (Shannen Doherty), no son por ahora más que las sirvientas de la primera. Evidente cuando se le acercan a Verónica, interrumpen su escritura y le dicen que la Chandler reclama su presencia en la cafetería.
Dramas de cafetería
Ahí el director Michael Lehmann les planteará a los espectadores en pocos minutos y de una forma inclemente la tiranía de la Chandler. Una enraizada en su popularidad. Como buena preparatoria gringa Westerburg está dividida en tribus. En una mesa se sientan los yuppies. En otra, los cerebritos. En otra más, los deportistas. No pueden faltar los mariguanos. Tampoco las niñas buenas como Betty Fynn (Reneé Estévez, hermana de Charlie Sheen y Emilio Estévez), antigua amiga de Verónica que apenas puede cruzar dos palabras con ella antes de que Heather 1 la arrastre a otro lugar. Betty encarna la infancia de estos jóvenes, una época durante la cual no existían tantos grupos ensimismados ni divisiones generadas por gustos o apariencias. Y allá atrás de ellas unos voluntarios recaudan fondos para combatir el hambre. Pero esta película no es El club de los cinco del ya aludido John Hugues. No, al contrario. Nadie terminará tomado de la mano con algún integrante de una tribu contraria. Heathers es una sátira con un humor negro que en ningún momento le pedirá disculpas a su audiencia. El ritmo de la escena en la cafetería es trepidante. Más de una actividad está ocurriendo. Primero, una broma contra la gordita marimacha, Martha Dunnstock (o “Dumptruck”; es decir, “Camión de la basura”, como la apodan las Heathers).
En este momento se nos informa que Verónica Sawyer tiene la capacidad de imitar la caligrafía de cualquier persona. Muy útil para las Heathers cuando se trate de pasarle a Martha una nota de amor de un deportista. Según la Chandler, “material infinito para masturbarse”. Muy útil también para justificar la delirante trama de la cinta. A la par la líder, acompañada por Verónica, recorre las mesas para realizar una encuesta cuya única pregunta roza los límites de la pendejez: la Tierra está a punto de ser destruida y tú heredas millones de dólares, ¿qué harías? En una parada técnica al baño de mujeres nos enteramos que la Duke es bulímica. Según la Chandler, la bulimia algo tan pasado de moda, tan de 1987. Heather 1 escupe una tras otra frases hirientes e igualmente hilarantes: “Fuck me gently with a chainsaw. Do I look like Mother Theresa?” Al cabo vuelven a salir para seguir con la encuesta estúpida. Alguien las observa a la distancia, desde un rincón de la cafetería. Un chico solitario, vestido con colores oscuros y sonrisa socarrona. Aunque con el acné característico de la edad. Frente a Jason Dean (Christian Slater imitando a Jack Nicholson), mejor conocido como JD, culminará el deambular de Verónica no antes de que Martha se detenga frente a la mesa de los deportistas con la nota y reciba como respuesta unas sonoras carcajadas. JD, adivinando la cárcel imaginada de la protagonista, le pregunta si es una Heather. Ella le dice que no, que es una Verónica. A pesar de la popularidad que le ofrece Heather 1 es obvio que Verónica preferiría estar con alguien como JD. Un tipo inteligente, burlón y misterioso. La atracción entre Verónica y JD los llevará, a partir de ya, por caminos muy sinuosos. Otra vez, la implacable líder interviene para separar a Verónica de alguien con quien está conversando. Cuando lo deja solo, los jugadores del equipo de futbol americano, Ram (Patrick Labyorteaux) y Kurt (Lance Fenton), se le acercan a JD para lanzarle una frase homofóbica. La reacción de JD es sacar una pistola y dispararles. Al menos eran salvas. Ni siquiera lo expulsarán (después de todo, éstos son los años ochenta cuando la epidemia de matanzas escolares todavía no se daba). Sólo lo suspenderán, arguye la porrista McNamara. Y en el juego de croquet que sucede a la secuencia de la cafetería quedará claro que el hecho de que asustara a los deportistas con una pistola sólo mejoró su imagen ante Verónica.
Pagar con vómito
La Chandler le hará un gran favor a Verónica: llevarla a una fiesta de universidad. Basta de retozar con niños de prepa. Una vez terminado el juego (esta vez verdadero y no imaginado) la protagonista se sienta a la mesa con sus padres. La abulia de su universo familiar se refleja en la repetición constante del diálogo de la mesa. El típico “¿cómo te fue en la escuela?” lleva hasta la broma de Verónica con la cual siempre llama idiota a su padre, él está de acuerdo con ella y la madre los felicita por su trato cordial. Camino a la fiesta Verónica vuelve a encontrarse con JD por pura casualidad. Emergen más datos sobre el rebelde de la cafetería: su familia vaga errante por todo Estados Unidos pues su padre se dedica a la demolición de edificios. Heather 1, estacionada en el lugar para discapacitados, vuelve a separarla de JD con el claxon. La fiesta de universidad será un desastre. Una vez sintiéndose atraída por JD, Verónica encuentra al universitario que quiere ligar con ella soso y abusivo. Cuando quiera pasarse de listo lo rechazará. Más tarde, ella vomitará en un pasillo. Esto detona una confrontación ya incontenible con Heather 1. La popularidad que la reina de corazones le dio puede desaparecer cuando el lunes les cuente a todos el fracaso de la fiesta. Las dos amigas se cantarán sus verdades (“te traje a una fiesta y me pagaste con vómito”, “lámelo, nena, lámelo”). Mientras Verónica escribe todo esto en su diario horas más tarde, alguien sube hacia su ventana. Es JD de nuevo. Luego de una noche de amor, precedida por un juego nudista de croquet, llegan a la conclusión de que hay que hacer algo para acabar con la tiranía de Heather Chandler. JD le dice: “es una perra que merece morir”. Pero Verónica no está tan convencida.
A la mañana siguiente y en la cocina blanca pero con objetos rojos de Heather 1, Verónica piensa que JD sólo bromea cuando en una taza vierte líquido destapa-caños y tóxico. La primera idea había sido darle a beber un gargajo o algo similar. JD insiste. Pero eso la mataría, replica Verónica. Ella, en cambio, mezcla jugo de naranja con leche. Tras un beso se da una confusión de tazas, de la cual JD se da cuenta. Después de todo, pensará él, es un impulso inconsciente de Verónica. En realidad sí quiere matarla. Luego de un diálogo rápido en el que una vez más su mamonería queda clara, Heather 1 toma la taza cayendo en la trampa de JD. Heather Chandler bebe el líquido sin darse tiempo para saber de qué se trata. La boca se le pone azul con el líquido destapa-caños. Y unos cuantos segundos más tarde su cuerpo se estrella contra una mesa de superficie cristalina. La reina de Westerburg ha muerto. Verónica le reclama a JD. Ella no quería matar a su amiga. O a su peor enemiga. Para el caso, da lo mismo. Pero ahora hay que salir del embrollo. Afortunadamente ella sabe imitar a la perfección la caligrafía de la Chandler. Si las mejores habilidades de Verónica se dan en el terreno de la escritura, esta vez su talento podría salvarlos de la cárcel. Pronto tendrán entre sus manos la nota de suicidio de Heather Chandler. No imaginan, sin embargo, cuánto puede cambiar la percepción de una persona tan odiada cuando esté tres metros bajo tierra y, sobre todo, cuando toda la preparatoria se entere de su suicidio.

Pacto entre caballeros
La noticia del suicidio de una alumna tan popular amerita junta de maestros. Entre ellos destaca la profesora jipi, Pauline Fleming (Penelope Milford), que insiste en que éste es el momento ideal para tener una sesión donde se hable de sentimientos, donde los estudiantes expresen sus emociones. A través de la nota redactada por Verónica y JD, Heather 1 se convierte en un alma atormentada y digna de compasión. Casi una santa. Todos los alumnos cuentan anécdotas de ella. Como en funeral mexicano, cada uno de sus defectos se borran y sus virtudes se engrandecen. Heather, tan bella, tan bonita, tan bien combinada. Nunca dirán que en realidad era una perra del mal. Y así, una vez muerta, la chica de la banda roja se vuelve incluso más popular de lo que era antes. Así se lo dice JD a Verónica cuando la invita a su casa y siguen la cobertura televisiva del suicidio. Heather Duke sale en dos canales hablando bien de su amiga. Detrás de ellos, aparece el padre de JD. Y algo no está bien en esta relación. Padre e hijo invierten los roles y se hablan como si uno fuera el otro. Al regresar a casa, se da la repetición de la escena junto a la mesa con sus padres. A Verónica le gustaría quedarse más tiempo. Pero tiene que arreglarse para el gran acontecimiento de esa tarde.
El funeral de Heather Chandler convoca a todos los alumnos de Westerburg. No importa que no la hayan conocido. Todos sabían quién era ella. El fenómeno Laura Palmer unos cuantos años antes de que existiera Twin Peaks. Con el féretro abierto Heather 1 está frente al altar rodeada de flores rojas y blancas. Amigas, enemigas y conocidos se hincan junto al ataúd para rezar. La más sincera no será Verónica, consciente de su hipocresía, sino Heather Duke quien muchas veces le rezó a Dios para que la matara. Por fin Heather 3 puede agradecerle al Señor la plegaria atendida y quizás más adelante tome el lugar de la muerta. Pero quien se acerca a Verónica después del funeral es Heather 2, la McNamara, la porrista cabeza de chorlito. Ella no pide favores con mano de hierro como la difunta. No. Más bien, hace chantajes emocionales y le pide por favorcito a Verónica que la acompañe a una cita doble con los deportistas, Kurt y Ram. Ellos, mientras tanto, persiguen a un nerd pisotón para hacerle decir cuánto le gusta chupas pitos grandes. Y a lo lejos JD en su moto, henchido de sus ansias justicieras, ya sabe quiénes serán las siguientes víctimas en su lista negra. Verónica accede a ir a la cita doble con las consecuencias ya previstas por ella: 1) Los caballeros Kurt y Ram derribando vacas sobre la mierda. 2) Ram violando a Heather McNamara. 3) Verónica alejándose de un Kurt borracho y ansioso. Entonces aparece JD para llevársela. Ahí no terminará todo para desgracia de la reputación de Verónica. Estos caballeros no se quedan callados. A la mañana siguiente Kurt y Ram han propagado el rumor de que la noche anterior los dos tuvieron un ménage à trois con Verónica. Sin saberlo, han firmado su sentencia de muerte. Una vez más, JD la engaña. Finge que sólo les gastarán una broma. Cuando despierten de su sueño inducido por unas balas mágicas serán el hazmerreír de la escuela. Verónica cita a los dos imbéciles en un bosque despoblado detrás de la preparatoria con el pretexto volver realidad el rumor. Al amanecer acuden entusiasmados. Cuando estén vulnerables y en ropa interior JD sale de su escondite. Dispara contra Ram. Pero Kurt se le escapa a Verónica. JD lo persigue, hace que vuelva y finalmente ella también le dispara. La puesta en escena está lista. Antes de que puedan descubrirlos dos policías, huyen. La nueva nota escrita por la anti-heroína indica que los dos deportistas eran homosexuales y que se han matado en un pacto suicida porque el mundo no entiende su amor. Después de todo, argumenta JD cuando Verónica histérica vuelva a decir que ella no quería matarlos, ¿qué le podían ofrecer a la escuela Kurt y Ram? Solamente violaciones en citas y chistes homofóbicos sobre el sida. Ya está más que claro para Verónica que JD intenta deshacerse de cualquier alumno visto como escoria molesta. Y ella que sólo quería que su preparatoria fuera un lugar más amable. Heathers debería exhibirse en todas las escuelas para acabar con eso que siempre ha existido y existirá y que hoy llaman bullying o, en cristiano, acoso escolar.
Suicidio adolescente, no lo hagas
El grupo Big Fun se ha convertido en el favorito de Westerburg High. Después de todo, ellos son los que cantan el éxito número uno en el país: “Teenage Suicide, Don’t Do It” (“Suicidio adolescente, no lo hagas”). ¿Sería posible que toquen en la graduación de la escuela? Por qué no, se pregunta en algún momento JD. Mientras tanto, la maestra Pauline tendrá su sesión espontánea de sentimientos expresados en la cafetería, con todo y reporteros de televisión ante quienes Heather 3 salta y sonríe para así poder salir a cuadro. Verónica intenta sin éxito romper su relación con JD. Al fin y al cabo, es un psicópata. Él, en cambio, se acerca a la sucesora de la muerta con una fotografía. En ella aparecen la Duke y Martha “Camión de Basura” cuando eran niñas. Qué vergüenza para su popularidad. Quién sabe cómo JD consiguió la foto; pero sólo se la devolverá a Heather 3 si recolecta un gran número de firmas para que el grupo Big Fun toque en la graduación. Así la Duke se convierte en la nueva reina de la preparatoria, después de muerta la Chandler. JD incluso le regala la banda roja, ésa que simboliza el poder supremo en Westerburg. Los suicidios adolescentes empiezan a escarpárseles de las manos a JD y a Verónica. Martha Dunnstock intenta matarse caminando lentamente entre coches. Pero sobrevive a pesar de ser atropellada y la llevan al hospital. Ni siquiera en eso puede triunfar la perdedora, pálida imitación de los suicidios de los alumnos que sí son populares. Así se burla Heather Duke frente a Verónica y recibe como respuesta una bofetada.
Otra estudiante más siente los efectos de la depresión. Es la segunda Heather, la porrista. Ella llama a un programa radial para confesarse. Con tal mala suerte para ocultarse en el anonimato (“Soy Madonna… No, soy Piolín”) pues inmediatamente Verónica y Heather 3 adivinan de quién se trata. La crucificaremos, exclama ésta ya saboreando el banquete del lunes por la mañana. Verónica se da cuenta de que nada ha cambiado en su escuela. Así elimine junto a JD a todos los maltratadores en su prepa siempre habrá otros que tomen su lugar. Cortó la cabeza de la Chandler y, como en el mito de la hidra, creció una nueva con la cara de la Duke. La porrista caída en desgracia sale corriendo del salón de clases ante la burla en el pizarrón y Verónica va detrás de ella para evitar otro suicidio. Con la boca llena de pastillas amarillas (su color favorito), nuestra anti-heroína la lanza contra la pared para que las escupa. Es muy fácil persuadir a Heather McNamara para que olvide sus problemas. Basta con prometerle un día de compras para que deje atrás la idea del suicidio. La separación entre Verónica y JD es definitiva. Incluso después de que la tiente con la idea de asesinar a la “mega-perra” de Heather Duke. Una nueva ensoñación de Verónica se produce cuando se vea a sí misma y a JD planeando el crimen. Ni siquiera habrá necesidad de una nota falsificada. Basta con subrayar pasajes de Moby Dick, el libro que desde su primera escena, la Duke está leyendo. Cuando la pesadilla se disipe, Verónica recibirá una visita inesperada. O no tanto. JD la encontrará colgada como imitando a la Barbie que él horas antes le dejara en su cuarto, ésa envuelta en la camiseta de Big Fun. Pensándola muerta le confesará su plan maestro: la petición repleta de firmas de los estudiantes de Westerburg es en realidad una nota colectiva de suicidio. JD piensa hacer volar la escuela con todos sus compañeros adentro. Qué mayor manifestación del descontento juvenil de finales de los ochenta. Qué mayor signo de rebeldía. Qué mayor prueba de que en ninguna parte puede haber armonía entre los jóvenes preparatorianos. Sólo en el cielo las divisiones se vendrán abajo. Afortunadamente el padre de JD se dedica a la demolición de edificios. Así que los explosivos los tienes a la mano.
Volar en pedazos la escuela
La mayor fantasía de todos aquellos que se consideraron perdedores en la prepa. Ya algunos años antes Stephen King y Carrie explotaron esa veta. Aunque el género en cuestión era el horror y no la comedia. Cuando JD se va, Verónica despierta de su muerte fingida. No sin antes darle un buen susto a su madre. Tiene que evitar que todos sus compañeros mueran. A la mañana siguiente, cuando acuda a la escuela, la maestra jipi se sorprenderá. Ya la hacía suicidada como los otros. Al menos eso le dijo JD. Una asamblea general, seguramente maquinada por la misma maestra jipi, se lleva a cabo. Debajo del gimnasio está el cuarto de las calderas. Ahí es donde Verónica, pistola en mano, encuentra a JD. Los antiguos amantes se entregan a una pelea a muerte. “Fuck you”, grita JD cuando ella recupere la pistola. Como si no se entendiera lo que dijo, JD le hace la seña del dedo medio. Ella aprovecha para mutilárselo con una bala. Finalmente nuestra anti-heroína logra evitar la explosión. Pero no logra evitar que JD sobreviva a pesar de los balazos que le ha pegado, tome la bomba consigo hacia el exterior y frente a ella, con cigarro en la boca, se vuele en pedazos. El cigarro de Verónica, sin necesidad de encenderlo, se consume por completo y la explosión interrumpe la asamblea. Todos dejan el gimnasio y se amontonan para saber qué fue lo que sucedió afuera. En un pasillo Verónica se topa con Heather Duke. Declarándose el nuevo sheriff del pueblo le arrebata la banda roja. Y puesto que ya no tiene pareja para la graduación se acerca a Martha —en silla de ruedas y con collarín— para invitarla a ver películas. Una vez más se escucha la melodía de “Que será, será”. Empiezan a correr los créditos finales.
A pesar de un presupuesto paupérrimo y de una banda sonora en momentos ridícula, Heathers tuvo un impacto cultural y cinematográfico imprevisto por sus creadores. Si algún mérito tenían las cintas de los ochenta hechas expresamente para los jóvenes era que, al menos, no gastaban una cantidad multimillonaria en efectos especiales, imágenes generadas por computadora o salarios de estrellas sobrevaloradas. En el caso de John Hugues y directores anexos, las historias podrían ser inocentes e incluso cursis aunque no por eso dejaban de cumplir su función: entretener. Heathers va más allá en todos los aspectos: denuncia a través de su humor negro y sus diálogos punzantes una realidad que en ningún momento se ha transformado desde los ochenta. Eso, a pesar de que los medios hablen hoy de cyberbullying. En esencia la escuela preparatoria seguirá siendo lo mismo: el bautizo de fuego para entrar a una sociedad obsesionada por las apariencias, el consumismo y la burla cruel ante las vidas ajenas. Gran parte del éxito está en las manos de Daniel Waters, responsable por el guión. Esos diálogos punzantes e ingeniosos preceden por varios años a los de Diablo Cody en Juno. Por desgracia, las jóvenes promesas del elenco cumplieron con las expectativas durante muy poco tiempo. Winona Ryder logró complacer a Hollywood hasta que su vida privada como cleptómana fuera ventilada por los medios. En fechas recientes se le ha podido ver en participaciones secundarias en cintas como El cisne negro o el reboot de Star Trek. Christian Slater también fue un ídolo adolescente. El paso hacia la actuación adulta también duró poco. Su único crédito reciente e importante fue Ninfómana donde apareció como el padre de la protagonista. Shannen Dorherty triunfó en la tele con Beverly Hills 90210 y por algún tiempo con Charmed. Sin embargo, a pesar de su cara angelical, perdió numerosas oportunidades por ser considerada una actriz “problemática”. Finalmente, ¿qué ocurrió con la chica de la banda roja? Por desgracia, Kim Walker murió joven y de un tumor cerebral. Terrible si tomamos en cuenta que una de las frases perrunas escupidas por Heather Chandler ante la distracción de una de sus amigas era: “¿Desayunaste tumor cerebral?” Heathers ha tenido su ejército de malas imitadoras, ésas que muy apenas tratan de llegarle a los talones. Caramelo asesino (Jawbreaker, 1999) o Chicas malas (Mean Girls, 2004) son un par de ejemplos. Hace poco resurge en forma de musical como se comprueba con la imagen que precede estos párrafos. Y por ser la mejor película sobre la vida en la escuela preparatoria yo me quedo con Heathers.

Enterita, en el formato incorrecto y mal traducida; pero la película está en YouTube:

Heathers (Escuela de jóvenes asesinos, 1988). Dirigida por Michael Lehmann. Producida por Denise Di Novi. Protagonizada por Winona Ryder, Christian Slater, Kim Walker y Shannen Doherty.